Diego emprendió su camino. No sabía bien el porqué debía caminar, muchas veces durante su trayecto se preguntó qué sucedería si se detenía súbitamente. Se preguntó si existía alguna manera de escapar de aquel lugar, de aquel momento y volver una vez más a aquel calor. Pero de pronto comprendió, así de súbito como quería detener su marcha, así de fugaz como cuando se condiciona una mente al estilo de cierta hermandad, y una palabra, lugar o simplemente un trozo de tiempo sería el gatillo que dispararía la respuesta.
Así fue como comprendió que la única manera de seguir viviendo, respirando, observando, a la final sintiendo, era este morir de a poco, este morir de a ratos.
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