La mierda del cerdo ya estaba desparramada por el suelo de la pocilga cuando John entró. Todavía el alba no despuntaba y la penumbra dominaba el lugar. La fetidez de la mierda se elevaba rápidamente, pero dejaba margen para que John pudiera percibir el olor del cuerpo calcinado y mutilado en el suelo de la pocilga.
martes, 1 de noviembre de 2011
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