Y ahí va el fantasma de la Patria, de manos de aquel que murió de hambre por solo alimentarse de ideas, ideales e idearios, de falsas esperanzas y falsos apoyos.
Allá corren ambos en parajes ulteriores a esta vida. Allá donde corrió aquel espartano, aquel escocés, aquel alemán, donde aquellos se han paseado vestidos con su túnica valiente.martes, 1 de noviembre de 2011
Fragmentos VIII
Diego emprendió su camino. No sabía bien el porqué debía caminar, muchas veces durante su trayecto se preguntó qué sucedería si se detenía súbitamente. Se preguntó si existía alguna manera de escapar de aquel lugar, de aquel momento y volver una vez más a aquel calor. Pero de pronto comprendió, así de súbito como quería detener su marcha, así de fugaz como cuando se condiciona una mente al estilo de cierta hermandad, y una palabra, lugar o simplemente un trozo de tiempo sería el gatillo que dispararía la respuesta.
Así fue como comprendió que la única manera de seguir viviendo, respirando, observando, a la final sintiendo, era este morir de a poco, este morir de a ratos.
Fragmentos VII
Fragmentos VI
Hace unos días la lluvia trajo consigo los últimos vestigios de una inspiración pseudoliteraria que habitaban en las cenizas de una adolescencia tardía. Cenizas que pronto fueron atizadas y reanimadas, como muertos vivientes, por las andanzas poéticas de García Madero por los cafés del D.F. Mexicano.
Fragmentos V
Jacques quiso moverse pero no pudo. Sabía que debía actuar rápido pero algo se lo impedía.
Se halló recordándose en la casa de sus padres aquella mañana de domingo, luego de regresar de la iglesia. Su padre le dejó claro a su madre que ya no podían seguir juntos, y sin más explicaciones salió de sus vidas.
Fragmentos IV
Fragmentos III
Despertó en medio de una nube que se sentía barbitúrica. Supo entonces donde había estado todo el tiempo que estuvo hablando con Zeus, su caballo…
Sabía que se encontraba en algún tugurio de Asia, dispuesto para el consumo de opio, de igual como consumen el té, los nobles caballeros británicos.
Fragmentos II
La mierda del cerdo ya estaba desparramada por el suelo de la pocilga cuando John entró. Todavía el alba no despuntaba y la penumbra dominaba el lugar. La fetidez de la mierda se elevaba rápidamente, pero dejaba margen para que John pudiera percibir el olor del cuerpo calcinado y mutilado en el suelo de la pocilga.
Fragmentos I
En ese momento quiso estar en aquel lugar.
Cerró los ojos y se dejó llevar por la suave brisa. Se encontró y logró sentirla recorrer sus venas, llenándola de una energía vital y primigenia. Una energía que le hizo darse cuenta de sus vibraciones.
Al abrir sus ojos se percató de que ya no estaba en aquella habitación, de alguna manera había sido proyectada fuera de esas cuatro paredes que, hasta ese momento de trance, la habían hecho prisionera de una realidad finita y superflua.