miércoles, 2 de julio de 2008

Carta de Amor (partícipe del Concurso Cartas de Amor MB IX Ed.)

A pesar de que el tiempo parece haber secuestrado mis letras y palabras, hoy luego de mucho pensar, he logrado lo que ya creía imposible, escribirte como lo solía hacer al principio de los tiempos. Tiempos donde la pasión de la adolescencia guiaba mi mano al escribir aquellas cartas, dirigidas a los distantes kilómetros a los que te encontrabas.

¿Te acuerdas de esas palabras?, aquellas que, intrépidas, recorrían kilómetros para darle a tu ojos pinceladas de mi presente. Aquellas que, sin mayor intención, lograron sacar una lágrima. Es difícil describir hoy las emociones que sentí al ir a la oficina de correos para colocar la correspondencia.

Antes corría contra el tiempo para que mis palabras llegaran a su destino, sin embargo hoy puedo tomarme el tiempo que le lleva a una flor realizar su despliegue de pétalos matinal para decirte lo dulce que es la luz que emana de tus ojos por la mañana y radiante es el perfume de tus cabellos.

Puedo tomarme mi tiempo para decirte que la mañana, junto a tu rostro, trae hermosos sentimientos que pocos son los mortales que han logrado sentirlos. Y ahí yace mi cuerpo inmutado por la belleza y paralizado, porqué no, por el deseo.

Puedo tomarme mi tiempo para decirte que las rosas, amargas en su soledad, pueden envidiar tus rojos de amor, y las libélulas podrían envidiar tu gracia. Yo solía ser, pero ahora soy. Y sólo me refiero a la relatividad del ser en relación al tiempo y su atemporalidad.

Puedo tomarme mi tiempo porque, anacrónicos son los tiempos en que temía tu partida; del verdor de tus estepas siempre me quedan sus alegrías y constantes matices matutinos, justo cuando el sol se va de paseo con las montañas. Me gusta ver como tus notas juegan por los parajes de tus cordilleras, mientras el cóndor vuela alto buscando posarse. Corres, corres sin poder ni querer pararte, divertida como sueles hacerlo en tus sueños diurnos.

De tu caricia constante dejas algunos electrones cargados en mi piel que me hacen vibrar cuando de ti me acuerdo. ¿Y qué decir de tu risa risueña?, ¿de tu amabilidad gentil?

Hoy, mucho puedo decir, mas sólo me dedicare a verte, a observarte, a escudriñar tu silueta, como un bebé lo hace con el mundo que lo rodea, para no olvidar detalle de ti, mis comentarios los dejaré para mis bitácoras de viaje en ese país de inolvidables aventuras.

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