Carlos se adelantó a la cima de
la colina, mientras Roberto trataba de encontrar una frecuencia de
comunicación.
Carlos, jadeando, alcanzó su meta e hizo uso de sus
binoculares para visualizar mejor el camino.
Al mirar más allá, entendió de
donde venían aquellos sonidos. Cuervos y buitres se abalanzaban por igual sobre
los restos de una batalla cruda y sangrienta, sin embargo corta. Plumas negras
y picos escarlata resaltaban en el paisaje. Nadie supo de donde vino, pero ahí
estaban los cadáveres, ahí estaban las armas. Ahí estaban los restos.
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