jueves, 25 de enero de 2007

Nuestro alterego que aún lleva pañales

Hablemos del niño que llevamos todos adentro. Quien me diga que no disfruta aunque sea un poco, viendo, escuchando o recordando todas esas cosas que hicimos o vimos durante nuestra niñez, es un mentiroso.

Muchas veces solo necesitamos un empujón que nos lo puede facilitar un niño quien sea. Un primo, hermano, sobrino, ahijado o quienquiera que nos pida que juguemos con el, que tan solo pateemos una pelota o la lancemos.

En ese momento es que nos damos cuenta de que la vida a esa edad era todo tan fácil, solo debías preocuparte porque no se fuera muy lejos la pelota y por el niño peleón del colegio (si es que no era uno el peleón, en cuyo caso uno se preocupaba por molestar bastante). Nada de las preocupaciones de la vida de grande, dinero, tiempo, embarazos, parejas, política, nada de esto. En esos momentos te preocupa que tus padres no se enteren que rompiste el jarrón de la sala, que la maestra no le diga que golpeaste a un compañero y que el tiempo te rinda lo suficiente como para ver tus series favoritas y dormir lo suficiente.

Por eso cuando un niño se les acerque para pedirles jugar, no lo rechacen. HAGANLO! y se acordaran de mi. Ya verán como les empieza a gustar y comienzan a recordar todas esas pelotas lanzadas, horas dormidas y las caricias de mamá.

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